Este viernes se celebró el día de los abuelos. En el santoral aparecen San Joaquín y Santa Ana, padres
de María la madre de Jesús. Los que aún mantenemos costumbres y cultura
cristianas continuamos celebrándolos. Se
supone y con garantía que Ciri también lo hace, es abuelo de cinco nietos (dos
chicos y tres chicas).
He
preparado un sobre de carta color caña, desde luego cerrado, con su nombre y
apellidos, lo he dejado sobre la mesa y estoy a la espera de su llegada.
Veo por
los ventanales acercarse al compañero, lo recibo efusivamente con un abrazo y
varias palmadas en la espalda. Lo agradece con una gran sonrisa y un “gracias
amigo”.
—Alguien
ha dejado esta carta para ti, —lo informo.
Toma el
sobre, lee la inscripción de dirección, le da la vuelta, pero no hay remitente.
Me mira con ojos “tunillos” y esboza otra sonrisa estirando el bigote que va
tiñéndose de blanco. Yo disimulo mirando al techo emitiendo un silbido de
despiste. Lo abre despacio, con
pellizcos en la parte superior, saca una cuartilla en la que la escritura a
mano dice: “Por la mañana temprano cantaban las codornices/ en su canto me
decían/ que los tengas muy felices”. En renglón aparte seguía la lectura
diciendo: “Un abrazo de tu mejor amigo de todos los tiempos: Joaquín. Se
incluía una postdata: “Hoy estas inviando a lo que desees”.
—Gracias,
amigo, gracias, —responde con voz cortada por la emoción. Mi amigo valora mucho
las deferencias que se le tienen; pasados unos instantes agradece que haya
utilizado la frase con la que su abuela paterna lo felicitaba en santo y cumpleaños
en el pueblo, lo ha retrotraído a su infancia de nieto.
—Venga
que se nos enfrían, —lo animo disimulando que también me afecta a mí su ternura
personal.
En
silencio degustamos el café, un pedazo de magdalena…, por nuestras mentes
revolotean recuerdos de la infancia a cuál más bonito, cariñoso y tierno de los
años vividos cerca de nuestros abuelos.
—¿Te has
imaginado en tus cavilaciones, amigo, un mundo en el que no existieran los
abuelos? No me refiero a la dimensión fisiológica que es innegable, pienso en
el gran papel que desarrollan y del que se responsabilizan en la familia.
—Un mundo
en que no existieran los abuelos ¿dices? Eso es una “contradictio in
terminis”, algo imposible. Se trata del tercer peldaño de la sociedad:
Hijos, padres, abuelos… No pueden no existir. Rotundamente sería un mundo
imaginario imposible. Te diría más esa humanidad sería DETESTABLE, —responde
Ciri haciendo gala de su lógica filosófica junto a latinismos jurídicos. Añadiría
que le ha puesto tanto énfasis que ha elevado el tono con algunas palabras a la
respuesta que ha resultado demoledora; sensibilizo unos tintes de enfado.
—Querido
Ciri, estaba haciendo una suposición simplemente, no quería enfadarte.
—Por
Dios, no me he enfadado en absoluto. El motivo de mi impulso es que hay
entidades evidentes, por más que a algunas ideologías influyentes y estultas
intenten socavar valores imprescindibles en nuestra sociedad. Cuando preveo
algo que se le parece, mi reacción es como la que has visto.
—Querido
amigo, tú tienes experiencia de abuelo igual que tu señora de abuela, me consta
que vuestros hijos están muy agradecidos por vuestra ayuda, o ¿no es así?
—Es tal
como dices. Tengo dos nietos y tres nietas nacidos de mis dos hijos mayores. La
chica que nació en tercer lugar está enfrascada con sus estudios, investigaciones
y viajes, lo que le impide formar una familia.
A Ciri se
le ablanda la boca y habla con un tono de ternura propio de abuelo encariñado
con los suyos. Le brillan los ojos. Ha dejado la taza de café en su sitio, se
limpia el bigote de los últimos restos de migas y prosigue:
—Desde que
nació la primera nieta mi esposa y yo hemos estado cerca de los padres
intentando ayudar, eso sí, siempre en segundo lugar. Los responsables de los
hijos son los padres, no los abuelos, por eso nosotros nos mantenemos a la
espera. Tengo que añadirte, amigo, un punto que conoces igual que yo; muchas
parejas pueden trabajar porque los abuelos o las abuelas cuidan de los nietos,
desde llevarlos al cole, darles de comer e incluso colaboran en su educación. Y
lo sumo, que también conoces, es que el dinero de las pensiones, en numerosos casos
demasiado escasas, hacen que muchas de
esas familias de los nietos puedan comer cada día, vestirse e incluso disfrutar
de algunas “chuches” los domingos.
¡Cuánta
razón tiene el compañero! Cuando las cosas se ven desde fuera parece que tienen
menos fuerza, vividas desde dentro
adquieren una potencia impensable.
Ahora
cambia la cara de Ciri; transforma la seriedad utilizada para comentarme lo
anterior por una risa incontenible; fácilmente algo de lo que se ha acordado en
este momento. Con la sonrisa todavía en la cara me dice:
—Te voy a
contar una anécdota que te va a hacer reír, no va a ser todo seriedad. Resulta
que el otro día nos habíamos quedado mi señora y yo, con el último nieto que ha
nacido en la familia, tiene seis meses. Me tocó cambiarle el pañal, lo que no
se me da mal del todo, tengo bastante experiencia de cuando mis hijos eran
bebés. Le sustituyo el usado por el nuevo,
pongo algo de crema en el “culete”, antes de cerrárselo le hago unas
cosquillitas en la tripa, con lo que sonríe a gusto, pero… a la vez suelta un
chorro de pis como si fuera una fuente. No me empapó porque reaccioné enseguida
apartándome; mientras el “rorro” continuaba con su risa. Pienso que esta vez no
era por las cosquillas cuanto porque había sobresaltado a su abuelo.
Cerramos
la reunión con una carcajada compartida y una convicción: Las abuelas y los
abuelos son insustituibles y una fuente inagotable de cariño.
Creo que
es una de las tardes que más alegría me ha dado pagar la merienda a Ciri.
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Sábado, 21 de Diciembre del 2024
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