Opinión

Y hablé con la luna

Juan Romero Gómez | Domingo, 8 de Septiembre del 2024
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Estoy esperando que la luna pueda tener un momento, para que yo le pida, o más que pedir sería, tener una conversación donde me cuente cosas que ella   ha vivido. Porque la luna todo lo sabe, todo lo ha visto y todo lo guarda como un tesoro dentro de su corazón.

—Por favor, preciosa luna, me concedes una íntima conversación…

Sí, dijo la luna, pero antes he de decirte una cosa: no te daré ni nombres ni fechas, yo nunca desvelaré los secretos que veo desde arriba. Yo nunca podré desvelar secretos, aquí arriba estamos los tres, el sol, Dios, y yo la luna. Todo lo sabemos y todo lo guardaremos. Pero sí, pregúntame.

—Hola, de nuevo, luna, ¿cómo ves la vida desde arriba?

La veo como un Gran Palacio con las puertas cerradas, a una multitud de gente en un mismo camino, que no sabe entenderse y lucha para pasar al palacio, mientras que el que tiene la llave no ve esa multitud que muere sin conocer la felicidad. Pero desde arriba se ve el culpable de la destrucción del amor, si el amor, si todos nacemos con el amor puro; aun así, cuando el interés entra en la vida, los hombres pierden la almohada de la infancia, y dan paso a la derrota y al egoísmo. Y así viven en un mundo de complicadas situaciones donde en el palacio de las puertas cerradas solo ven el llamador al que tratan de acariciar, se conforman con solo acariciarlo y no consiguen golpearlo. Porque ahí es donde se necesitan todos para remar en la dirección del camino hacia el palacio.

Cuando se va por la mar en un pequeño barco, todos son amigos porque todos se necesitan.

Es ese barco un lugar neutral que se necesita al amigo.

—Y le pregunté de nuevo a la luna: ¿alguna vez has mirado por las cárceles?

Sí, me respondió esta, cuestión interesante, y a la vez difícil, porque sí, ya que dentro todos no son los que deberían estar ahí dentro, ni fuera todos los que deberían estar libres. Yo he visto, desde arriba, injusticias pagadas con el dinero del pueblo, y con la sangre del inocente.

—La última pregunta será de religión, a mi entender, aún más difícil todavía…

Sí, porque la religión no es asunto de Dios, sino de hombres, porque el hombre, por mal que viva, tiene bastante con lo que sueña.

—Aquí tenemos varias religiones, y todas son las mejores, para los que la practican, pero yo nunca he visto un detalle de ninguna a favor del bien o del mal. Solo lo más cercano a que la religión nos aclare algo, son las palabras del Papa, del Dalai… 

Podría decirte que yo, desde aquí arriba, también me siento muy dolida. Yo no puedo hacer nada, solo ver y decirte que la vida solo es lo que estás viendo, pues todo es un misterio, sí un misterio, la vida exclusivamente es el presente, todo lo demás son construcciones mentales.

—Gracias, luna, ya no te pregunto nada más. Prefiero seguir soñando y, de paso, ver pasar el desfile de la vida, para trascenderlo, puesto que eso es el presente y el sentido de mi existencia mundana.

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