Del Urbacín al Tomepoly, dos juegos de mesa que daban una versión tomellosera del famoso Monopoly, han pasado 25 años. Primero Ediciones Soubriet y después Forttaleza apostaron fuerte por unos productos que, en cierto modo, iban muy en consonancia con ese espíritu emprendedor de los tomelloseros que les lleva a arriesgar, invertir, crecer, adquirir propiedades, negociar, sobreponerse a adversidades, reinventarse en crisis, combinar con sabiduría tradición y modernidad, tener un olfato especial para saber dónde hay una buena oportunidad, o probar con un nuevo negocio poco después de uno anterior que no ha podido llegar a buen puerto.
El Monopoly es un juego de mesa basado en el intercambio y la compraventa de bienes raíces, normalmente, inspirados en los nombres de las calles de una determinada ciudad. Actualmente es propiedad de la empresa estadounidense Hasbro y es uno de los juegos de mesa comerciales más vendidos del mundo.
Como el nombre sugiere, el objetivo del juego es formar un monopolio de oferta, poseyendo todas las propiedades inmuebles que aparecen en el juego. Los jugadores mueven sus fichas por turnos en sentido horario alrededor de un tablero, basándose en la puntuación de los dados, y caen en propiedades que pueden comprar de un banco imaginario, o dejar que el banco las subaste en caso de no ser compradas. Si las propiedades en las que caen ya tienen dueños, los dueños pueden cobrar por pasar por su propiedad o quien caiga podrá comprárselas, en caso de avanzar con casualidad o arca comunal no se pueden comprar las propiedades.
El Urbacín, que apareció en el año 97 y se vendió en pesetas, se presento en una caja rectangular que combinaba verdes y blancos y un tablero con casillas en aspa en la que aparecieron veintiocho calles y seis cooperativas agroalimentarias de Tomelloso. Los vértices del tablero podían mandar al jugador a la feria, al fútbol, a los toros o a Pinilla y los billetes del dinero que se manejaba tenían impresionados a personajes ilustres de la ciudad como Francisco Carretero; Antonio Lópe Torres, Francisco Martínez Ramírez “El Obrero” y García Pavon. Incluyó también cuatro ocurrentes casillas, dos de “Todo buen tomellosero debe saber “ con llamativas curiosidades, y otra que complicaba la vida al jugador , “hay que jorobarse esta vida”. Para determinar el tamaño de las propiedades se distribuían bombos y posadas.
El Tomepoly se presentaba en una caja cuadrada que combinaba en su diseño los edificios más emblemáticos de Tomelloso, mientras que en el tablero aparecía una cueva típica. Todas las casillas estaban ocupadas por empresas y asociaciones y en los cuatro vértices del tablero Plinio mandaba al jugador a vendimiar, saludaba la llegada de la Virgen de las Viñas o vendimiabas a destajo. La salida estaba en la casilla de La Posada de Los Portales. “Buibayá” y “Arrea” eran las casillas de las tarjetas en las que había sorpresas agradables y todo lo contrario. En los billetes aparecían las figuras de Marcelo Grande, Alfonso Cuesta, el Maestro Echevarría, López Torres, Ángel Pintado,Caroline Culubret, Dionisio Cañas, Félix Grande, Inmaculada Lara, Luis García Rodríguez, Ana Palacios, Pablo Perona o José Almarcha, entre otros.
Cada juego, en su época, facilitó mucho la tarea de los Reyes de Magos pues fueron muchas las cartas que incluyeron estos ocurrentes juegos de mesa. El Urbacín hace años que se agotó y, sin duda, es una valioso y apreciado juego para coleccionistas y amantes de Tomelloso. En cambio, el Tomepoly sigue en el mercado con lo que las nuevas generaciones de tomelloseros podrán ir cultivando ese gen emprededor de sus padres, abuelos y más allá. Veinticinco años, que no son nada, separan dos juegos de mesa que forman parte de la historia de la ciudad.
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Lunes, 6 de Enero del 2025
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