Transcurre la reunión de este viernes con mi amigo Ciri como las corridas de algunos toreros «sin pena ni gloria». Hemos hablado de varios temas sin inmiscuirnos demasiado en ninguno de ellos. Posiblemente después de las Navidades estén las mentes deseosas de descanso y relajación.
Pero como la cabeza del compañero, igual que la mía, no para un instante, me plantea lo siguiente.
—Imagínate, compañero de cafés, que al salir te encuentras a dos periodistas de televisión, el de la cámara te enfoca y encuadra tu imagen, mientras la portadora del micrófono te dice: «Buenas tardes, señor, ¿sería Usted tan amable de dedicarnos unos minutos de su precioso tiempo y respondernos a unas sencillas preguntas? Trabajamos para los informativos de las quince horas de Televisión Española». Tú ya has visto el anagrama tanto en el micro como en la cámara. Como eres muy educado y colaborador, respondes que sí.
La locutora señala con el pulgar hacia arriba a su compañero, para que comience a grabar. Ella se acerca el micro, que porta, a la boca y te pregunta: «¿Podría sintetizar en pocas palabras a qué ideología pertenece Usted?»
Me he quedado en blanco. No me viene a la cabeza respuesta alguna y menos referente a ideología. Este Ciri debería haberse dedicado al cine, me ha introducido de modo tan real en la escena que, me he sentido coaccionado a responder, quedándome sin recursos oratorios.
He debido poner cara de incredulidad y desasosiego, porque mi amigo viene en mi ayuda diciendo:
—Que es solo una broma, no te lo tomes tan en serio, hombre. Pero ya que hemos abierto el tema; para ti y para mí ¿podrías responder?
Habiendo pensado unos instantes, contesto que no sabría decir con claridad a qué ideología pertenezco, cierto que no me siento totalmente atado a ninguna, de igual modo que ninguna me convence del todo. Continúo recapacitando y me doy cuenta de que el asunto que me plantea el amigo es más extenso de lo que parece y por lo tanto no puedo darle una respuesta concreta. En un vuelo mental rápido veo que hay aspectos interesantes entre las que pasan por mi cabeza, pero no me inclino por ninguna.
—Te estás liando demasiado, amigo.
Al oír a Ciri observo que mi café y la media magdalena, que me queda en el plato, se están mustiando. Me miran con ojos doloridos como si leyeran mis pensamientos, como si su existencia se hubiera reducido al absurdo, como objetos desamparados al borde de la acera. Y eso no lo permite servidor. Así que, les dedico unos instantes fugaces, endulzando las angostas circunstancias que atravieso con la incongruente pregunta con que me ha traicionado el amigo.
Absorto de nuevo, ahora deliciosamente, necesito que el compañero llame de nuevo mi atención.
—La cosa es muy sencilla, —dice entre cerrando los ojos al tiempo que mueve la cabeza como negando—, te aclaro, ideología es el compendio de ideas importantes que mueven el comportamiento y por ende el pensamiento de una persona, grupo, sociedad, religión, u opción social humana.
—En eso estamos de acuerdo, —le respondo con total sinceridad.
—Las ideologías están muy influidas, como es evidente por intereses egoístas o altruistas; del mismo modo influyen los gustos y circunstancias y modas de un tiempo concreto.
—Nada que objetar hasta el momento.
—Por el contrario, entramos en terrenos movedizos siempre y cuando quieran obligarnos a optar por una ideología determinada, de modo que si tu opción es distinta se mofarán de ti, te señalarán con el dedo y si te manejas en las redes sociales, te lloverán las críticas como por manguera.
Ciri está sembrado esta tarde, eso que comenzamos demasiado monótonos. Insiste con otra idea.
—Esta pregunta es más sencilla. Si ves una persona muy morena en los meses de julio y agosto ¿qué piensas?
—Pues que ha tenido la suerte de pasar unos días de vacaciones en la playa y al frescor de alguna cerveza, —respondo sin poder contener la risa rememorando el verano pasado.
—Pues para mucha gente en los años 50 y 60 no era signo de vacaciones, sino de haber estado segando o arrancando garbanzos y lentejas durante todo el verano. Mientras que la gente que tenía la piel blanca era señal de estrato social más alto, que no necesitaba salir al campo para ganarse el pan. Fíjate qué interesante…, el color de la piel en una época o en otra puede cambiar el modo de pensar de las personas.
—Otro ejemplo más curioso: La gordura o la flaqueza se mueven por el mismo rasero, —añade Ciri sin poder contener las carcajadas—. Si quieres ofender a alguien dile que está gordo o gorda, verbi gratia: «¡Que hermoso estás, has cogido unos kilos desde la última vez que nos vimos!». Su respuesta posiblemente sea un intento de bofetada a mano abierta. Mientras que en los mismos años, antes citados, era un halago. Porque se tenía suficientes ingresos para poder comer bien y no depender del escuálido jornal que obligaba a dieta “día sí y día también”.
Este amigo es un pozo de ciencia. Con pocas palabras ha subrayado la importancia de las ideologías para vivir y convivir, pero al mismo tiempo el peligro de aceptarlas como verdades inmutables. Hoy corren de mi cuenta los cafés y las magdalenas en agradecimiento por la lección de la tarde.
Pero no me voy tranquilo sin lanzarle una puya:
—¿Te has apuntado ya para asistir a alguno de los eventos de moda recordando la muerte de Franco?
—Sí, al mismo que tú —responde mi amigo con su risotada guiñando el ojo izquierdo— vamos en el mismo autobús, con los asientos contiguos y la misma bolsa de bocadillos.
Tengo que reconocer que este Ciri es tremendo.
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Viernes, 10 de Enero del 2025
Miércoles, 8 de Enero del 2025
Sábado, 11 de Enero del 2025