Estas fiestas navideñas han dejado patente que los
cristianos carecemos de sentido del humor. Buscamos celebrar el Nacimiento de
Dios de la forma más alegre y serena posible, disfrutando del sentido de este
acontecimiento con la familia; pero todo se nos desmonta cuando otros intentan
divertirnos a su modo y manera. Así somos de desagradecidos.
Parece que este era el fin de
RTVE -y no otro, que no hay que ser mal pensado- al elegir a todo un crack de
la pantalla y a una humorista un tanto desconocida hasta el momento pero que su
fama pronto empezará a relanzarse, para despedir el año 2024. De esta manera,
la llamada televisión pública -sufragada por todos los españoles, incluyendo,
por supuesto, a un buen número de cristianos- dio la campanada, una más, para acompañar las
doce clásicas que se dan en la Puerta del Sol. La broma, el sutil toque de humor,
ya sabemos que consistió en que la humorista exhibió una imagen del Corazón de
Cristo con la cabeza de la vaquilla de trapo, mascota del popular concurso
televisivo con el que nos entretiene TVE durante el verano. Para la Real
Academia de la Lengua Española dar la
campanada es una locución verbal que significa “causar
escándalo, o novedad ruidosa”. El objetivo quedó cumplido.
Nada de casual fue la “travesura”
de la humorista. Nos quedamos sin saber si fue idea propia o de quien elaboró
el guion. En cualquier caso, estaba muy motivada (la humorista y el chistoso
dibujo). El 24 de octubre del pasado año el Papa Francisco publicó su cuarta
encíclica bajo el título Dilexit nos (Nos amó) "sobre el amor
humano y divino del Corazón de Jesucristo". Qué mejor ocurrencia que
aprovechar la reflexión del Papa sobre esta creencia popular entre los
cristianos para hacernos soltar las últimas carcajadas del año 2024. Pero ni por
esas. Los cristianos erre que erre con nuestro corto sentido del humor.
Otra oportunidad desaprovechada
por nuestro mal talante fue en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos
de París de 2024, donde se ideó la ingeniosa puesta en escena en la que doce
"drag queens" y una también prominente mujer representaba a los doce
Apóstoles y a Jesucristo, reinterpretando la obra de Leonardo Da Vinci, “La
Última Cena”. El resultado no se hizo esperar. Otra campaña emprendida por los
cristianos y creyentes de otras religiones para criticar abiertamente la
desenfadada escena, y poner en evidencia ante el mundo entero que somos
personas bruscas.
Ante estas ingeniosas propuestas
ya muy habituales a más de un cristiano puede darnos por imitar a Santiago y
Juan al pedir al Señor que mandara fuego para que destruir la ciudad que no
permitió la entrada al ir camino de Jerusalén. Nos convertimos fácilmente en
zelotes con el cuchillo entre los dientes dispuestos a dar buena cuenta de
quienes crean hostilidades. ¿Cumpliríamos así con las enseñanzas del Maestro?
Si nos consideramos cristianos es
porque somos seguidores de Cristo. Él padeció burlas, insultos, humillaciones y
ultrajes para ser objeto de diversión para unos cuantos. En realidad, quiero
entender que más que una juerga lo que buscaban era exteriorizar un odio
incontrolado. Nada más lejos de que lo que ocurre en los tiempos actuales,
donde las burlas se realizan en uso de la libertad de expresión para aliviar
momentáneamente del yugo y la carga pesada que supone profesar una religión
cuyo líder, mira tú por donde, murió extenuado en una cruz perdonando a todos.
Veintiún siglos después los
cristianos haremos bien en aprovechar estos lances para perdonar a los
transgresores de nuestras creencias. Forma parte de la identificación que
queremos vivir con Cristo. Nos lo dejó bien expuesto allá por el año 400 un
obispo y doctor de la Iglesia, Juan Crisóstomo, apodado años después como “boca
de oro”: “Nada nos asemeja tanto a Dios como estar dispuestos a perdonar”. Pues
eso, con buenas palabras y ejemplos de vida. Así muchos encontraron el camino
que conduce a la verdadera alegría y con mucho, mucho sentido del humor, pero
del que todos pueden divertirse, porque detrás de tanta nota de humor mundano
puede esconderse una amargura difícil de superar y de sobrellevar.
Y como de humor en Nochevieja
hemos tratado, invito a disfrutar con otro tipo de humor, el de José Mota con “Operación
IA, IA oh”, con el que muchos disfrutamos y reímos a mandíbula batiente, como
diría un sevillano. Aconsejo verlo. Y no tiene contraindicaciones para ningún
telespectador.
¡Feliz año 2025 a todos, sin excepción!
José Vte. Cepeda Plaza
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Martes, 14 de Enero del 2025
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