Opinión

Las vocaciones y Ciri

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 22 de Marzo del 2025

Detrás de las cristaleras de la cafetería observo acercase a Ciri protegido de la lluvia con un paraguas, de los que antes se denominaban “familiares” por su amplitud para cobijar a varias personas. Los de ahora son manifiestamente más pequeños y crean problemas, porque si un amigo o acompañante te invita a que “te metas dentro para no mojarte”, sucede que no cabes y te empapas doblemente por las gotas de agua celestiales y las que gotean las varillas del protector; conclusión es preferible empaparse solo por una vía.

Saludados que nos hemos, bajo el auspicio del café y sus compañeras, sobrepasados los momentos gloriosos de mi amigo en trance, como cada viernes, por los vapores cafeicos…, reconozco humildemente que cada día me sorprende Ciri con su arrobo ante la exclusiva, como se dice ahora, taza de estimulante.

Cuando mi amigo vuelve a este mundo desde su beatitud entra directamente en tema comentándome:

—Tú sabes que, aunque no soy demasiado religioso, me gusta cumplir con el precepto de «oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar». El domingo pasado el sacerdote en la homilía, así como en las moniciones y peticiones hicieron referencia al Seminario, las vocaciones, la falta de sacerdotes, la necesidad de rezar por ellos y dar alguna limosna para el mantenimiento de los centros donde se preparan los seminaristas. 

—Evidente. Antes esta jornada se celebraba el día de San José. Ahora, desde que no es de precepto, aprovechan el domingo anterior. Pero no sé con qué intención me comentas esto, en vez de disfrutar de nuestra reunión.

—Pues sencillamente porque tú también has sido cura o sacerdote y debes estar inmerso en todo ese mundo.

—A ver Ciri, no confundas. Sacerdote es la persona, hombre hasta el momento, mujeres  ni por ensoñación , que ha recibido el segundo grado del sacramento Sacerdotal; mientras que cura es ese mismo sacerdote, al servicio de una parroquia; el nombre con que se le conocía antes era «dedicado a la cura de almas».

—Eso me lo has explicado hace tiempo. Traigo a colación el tema porque, de cierto modo, se quejaba el celebrante de la escasez de sacerdotes, enumeró una letanía de razones, incluida la poca religiosidad de las familias  que, según él, eran la causa de esa carestía.

—No sé…, es posible. Te garantizo que el tema no me atrae lo más mínimo, querido amigo.

—En aquel momento, —contrapone el compañero sin hacerme demasiado caso— recapacité y me surgió una pregunta que es la que quiero plantearte. Si de verdad se necesitan más sacerdotes y no hay vocaciones de jóvenes ¿Por qué no aprovechar esos casi cinco mil que hay solo en España?

No puedo por menos que mirar fijamente a Ciri que permanece muy serio, ni sombra de alguna de sus bromas, creo que plantea la cuestión en su cabeza con toda la crudeza que tiene. 

—La respuesta, amigo, es muy complicada, si te parece bien podemos analizar la situación a la luz de la experiencia que yo he vivido y vivo.

—Pues claro que me parece, por eso te pregunto.

—Voy a ser muy escueto. Las razones que se argumentan cuando un sacerdote toma la decisión de secularizarse son muy diversas, te enumero las principales: Desacuerdo doctrinal (en materia de teología, de moral o de dirección de la parroquia) con el obispo de su diócesis. Otra el cansancio que conlleva, ahora no tanto, dirigir una parroquia con múltiples elementos, sacramentos, catequesis, hermandades, cofradías, economía… Y una más  es que se haya enamorado de alguien.

—Dicho así de modo tan sintético no termino de comprender todos sus entresijos, —me obstaculiza Ciri.

—Lo peor de la situación es que, en casi todos los casos, se termina con un enfrentamiento entre el obispo o la jerarquía y el secularizado. Visto desde mi experiencia se puede calificar de dictatorial y esclavista, fíjate lo que te digo. A mí desde el día siguiente de la comunicación decisiva, habiendo mediado algunos encuentros con el obispo e incluso cartas, me cortaron la Seguridad Social por parte del Obispado, intentaron convencerme o amilanarme diciendo que no tendría derecho a paro. En cuanto a la nómina, en mi caso, no dejaron de pagarla porque al ser profesor de Religión en  instituto era yo el que aportaba, a “la Bolsa común”, más de la mitad de la cantidad que percibía. Por supuesto me destituyeron inmediatamente también como profesor y, posiblemente, lo más grave, me prohibieron cualquier labor o colaboración relacionada con las parroquias, la religión o la Iglesia.

Veo que Ciri se está quedando de piedra con lo que oye, eso que solo enumero algunas de las circunstancias que debí afrontar.

—Tengo que añadir, asombrado Ciri, que también me prohibieron vivir en mi pueblo de nacimiento, en mi caso Villahermosa o en cualquiera de los que hubiera ejercido como cura. Mi evento es uno de tantos miles en España y el mundo. Podrás hacerte una  idea del porqué no nos admiten para solucionar el problema del que hablabas. Somos “rebeldes con causa” para la jerarquía. Y no te rías compañero que no es caso de risa, —le añado al amigo con una sonrisa franca. 

—No me quedo tranquilo y me dejas preocupado con las aclaraciones que comentas. Deberíamos tener alguna charla más con este tema. Has debido sufrir mucho. 

—La verdad es que sí he sufrido mucho y mi familia y mis amigos de verdad, los otros hicieron mutis por el foro, a modo del teatro. Pero sabes una cosa muy interesante… cuando voy a alguno de los pueblos donde ejercí de cura me reciben como un conocido querido, como otro más, desde el corazón. Y eso como decimos en La Mancha «te llega al alma».

Veo a mi querido amigo serio, me atrevería a decir, compungido y triste. No pretendía yo  esto. Le pido un abrazo fuerte, que me regala con mucho cariño y en plan de broma le digo.

—¡Alégrate que hoy paga el cura!.

Nos reímos con sinceridad y gran aprecio, como hacen los amigos auténticos.


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