En una época donde la filosofía no parece gozar de la importancia que
siempre ha tenido, invocarla resulta algo conveniente pues sin ella se
pierden las raíces del pensamiento; sin embargo en el campo de la
política verdad y realidad no siempre resultan coincidentes
ya que las realidades políticas pueden ser provocadas y no necesarias.
En filosofía verdad y realidad son dos palabras que responden a
conceptos de distinta índole. La verdad es un concepto epistemológico
mientras la realidad es un concepto ontológico y por lo tanto más
universal. Como consecuencia inmediata la realidad resulta
ser algo inabarcable pues hace referencia a todo aquello que existe, es
comprobable y por lo tanto innegable, sin entrar en cuestiones como su
origen o intencionalidad. La verdad sin embargo responde a un concepto
más concreto y calificador, desde ese mismo
origen hasta las causas y consecuencias que esa realidad presenta.
La realidad resulta ser una verdad o viceversa cuando estamos ante un
hecho predeterminado y por tanto, no manipulado. En el caso donde existe
predeterminación ambos conceptos casan por necesidad, resultando a
veces redundantes o evidentes.
Sin embargo, la realidad que tiene su origen en una opción, opinión o
decisión dando lugar a un hecho que no es realmente necesario, ya sea
por ignorancia, interés o conveniencia, el calificativo no puede ser
considerado como verdadero, al menos de manera plena,
pues resulta ser una verdad parcial, manipulada, artificial, forzada,
ficticia, errónea o falsa. Es la diferencia que existe entre la verdad,
la media verdad y la mentira. Una realidad impuesta.
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