Escribo estas líneas inmediatamente después de la celebración del funeral y el enterramiento de Francisco. La mañana ha acompañado climatológicamente a una ceremonia multitudinaria (y muy compleja) dada la cantidad de creyentes que se dan cita para rezar y testimoniar su admiración por el Papa fallecido y la asistencia de muchos jefes de Estado y de Gobierno. Sin duda ha sido un ejemplo de organización al máximo nivel.
La panorámica que ofrecía la Plaza de S. Pedro ha sido de una gran plasticidad estética, el rojo de las casullas de los cardenales, el morado de obispos, el blanco de sacerdotes y diáconos, y el color oscuro de las ciento sesenta y dos delegaciones asistentes. Detrás, el Pueblo de Dios, cientos de miles de asistentes que ocupaban el resto de la Plaza y la Vía de la Conciliación. Un funeral, ya digo, con asistencia multitudinaria. Y en el centro, casi a ras de tierra, un ataúd de madera sin otra distracción que una gran cruz. Quizá el último signo de austeridad que Francisco ha querido dar mantenido de manera prioritaria durante su Pontificado.
El cardenal Re, decano del colegio cardenalicio, ha repasado en su homilía el estilo que Francisco impregnó a su episcopado romano y que eligiendo ese nombre evidenciaba de manera clara sus prioridades. De todo lo dicho por Re, me quedo con la idea de que este Papa fue un obispo sumergido en dar luz al mundo del dolor, a los descartados, a las víctimas de las guerras…a quienes no cuentan…tienen problemas existenciales de todo tipo…a quienes no tienen la oportunidad siquiera de escribir su historia personal…
Y han sido estos últimos quienes lo han recibido a las puertas de la basílica Santa María La Mayor, donde ha sido enterrado. Cuarenta personas elegidas entre los marginados por distintas causas, estaban esperándolo a las puertas del templo…si bien creo que deberían haber tenido un lugar visible y preferencial en el funeral como testimonio de que para Jesús los últimos siempre fueron los primeros; buena ocasión perdida la de hoy para significar que también lo son para el Vaticano…
La razón que siempre dio Francisco para ser enterrado en esta iglesia fue la de que allí iba a rezar al principio y final de cada viaje apostólico. Una razón personal que siempre esconderá una duda ¿Será también un signo póstumo de su papado estar enterrado fuera del Estado Vaticano y muy cerca de la estación Términi, lugar donde se concentran muchos sin techo? Francisco yace en este lugar para que la gente de toda condición pueden ir a darle las gracias, depositar una flor, lanzarle un beso emocionado y también rezar, sobre todo, rezar.