Cuevas

Dos cuevas con encanto

La Voz de Tomelloso visita las cuevas de la familia Astilleros y la de los hermanos Carmen y Vicente Rodrigo

Carlos Moreno | Jueves, 12 de Abril del 2018
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Los periodistas de La Voz de Tomelloso estamos disfrutando mucho con estos reportajes de cuevas que estamos realizando desde el pasado mes de enero. Nos acompaña siempre  José María Díaz, el último tinajero de la ciudad, que conoce hasta el último rincón de estas singulares construcciones que tan decisivo papel jugaron en la economía de la ciudad. En muchas de ellas también está presente la arquitecta Ana Palacios, una enamorada de  las cuevas, que no deja de disparar con su cámara cualquier rincón o detalle constructivo. Las últimas que hemos visitado ha sido la de la familia Astilleros, en la calle Oriente, y la de los hermanos Carmen y Vicente Rodrigo, en la calle Juan José Rodrigo. Son bastante parecidas y están muy bien cuidadas las dos.

Curiosas y bonitas las historias de las cuevas que, al fin y al cabo, vienen a coincidir con las historias de las familias que las construyeron. Consola Perona y Carmen Perona son las propietarias de una cueva preciosa, en impecable estado de conservación. Antes de bajar, hemos pasado por un patio empedrado divino en el que vemos una antigua báscula, preciosa reliquia de la viticultura y un viejo jaraíz del que nos llama la atención su techo de madera y paja. 

Bajando por la escalera nos encontramos, más o menos en la mitad, un sotano donde los panaderos conservaban la harina, y que es de mayores dimensiones que otros que hemos visto en otras cuevas.  Cuando llegamos abajo disfrutamos contemplando una cueva preciosa, limpia, muy bien conservada. Alberga  14 tinajas de cemento, numeradas para facilitar al vinatero el almacenamiento del vino según el grado. “Esta cueva fue construida en los años 30, antes de la guerra -explica José María-. Está prácticamente igual que cuando la terminó mi padre”. Observamos la balaustrada, las molduras estriadas, las ménsulas con arcos, la blancura de las paredes encaladas, el techo en la tosca, la luz que entra por las lumbreras y que provoca unos efectos de claro-oscuro preciosos para conseguir unas buenas 0fotografías. Nos pide José María que toquemos una de las tinajas, impecablemente lisas, a pesar de que fueron construidas artesanalmente, “les iban dando repasos con la llana hasta que quedaban así de bien”. Nuestro experto se fija en otro detalle, el de unos pequeños agujeros que hay en la tinaja y que venían a marcar los distintos niveles y calidades del vino, “abajo del todo se acumulaban las lías o madres”.

Subimos al nivel superior de la cueva y vemos las tinajas con sus tapas de anea, material que acabó por imponerse porque las más antiguas se hacían de madera, luego vendría la goma y el plástico. Todavía andan por ahí los ganchos que se utilizaban para colgar las tapas y como siempre queda la sensación de que han estado trabajando hasta ayer mismo.

La cueva siguiente que veremos la de los hermanos Rodrigo es muy parecida, si bien cambia la tonalidad de la pintura, en esta se impone el color rojizo. La cueva contiene quince tinajas de cemento,  terminadas con sanguina, para darles un aspecto parecido a la de las antiguas tinajas de barro.  Carmen nos va guiando por otra magnífica cueva, conservada perfectamente, aunque la propietaria asegura que poco a poco tiene que ir mejorando algunas cosas. La escalera es larga y más o menos por el medio tiene una original bifurcación. Los peldaños están rematados con listones de madera para evitar que se esportillaran. Admiramos  todos sus elementos, bien visibles gracias a un foco que ilumina buena parte de la construcción. Aquí encontramos menos luz natural porque una de las lumbreras tuvo que ser tapada por  un pequeño derrumbe que provocó un camión. Carmen y José María hablan del proyecto de la asociación de propietarios de cuevas. Por razones de tiempo, Carmen no se integrará en esa asociación, pero está dispuesta a colaborar lo que sea posible porque le parece bien que se potencia y ponga en valor este gran patrimonio de Tomelloso. Es cerca del mediodía y toca despedirse, Carmen nos dice amablemente que vengamos cuando queramos, le encanta enseñar su cueva.


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