Buenas
noches, Sra. Alcaldesa, Presidente de la Hermandad Virgen de las Viñas,
Consiliario de la Hermandad, Junta directiva, autoridades, hermanos en la
Virgen, amigos todos.
Como no puede ser de
otra manera, quisiera comenzar dando las gracias por este regalo recibido, a
Dios y a la Virgen María, porque sin su presencia en mi vida seguramente hoy no
estaría aquí. Gracias por la oportunidad que tengo, de poder dirigirles esta
tarde en la Parroquia de la Asunción, la que considero mi casa, unas palabras
sobre María, la mujer, la Madre buena que siempre atenta a nuestras
necesidades, cada último domingo de abril, prepara la casa para recibirnos, a
nosotros, sus hijos que llegamos cargados con lo mejor que tenemos para
agasajarla.
Dar las gracias, al
presidente de la Hermandad Virgen de las Viñas, José Márquez, por la confianza
depositada en mi para este menester y a toda su Junta directiva, por considerarme
apropiada para lo que aún yo pienso del todo inmerecido, y jamás soñado; agradecimiento
que quiero hacer extensible a aquellas personas, que con sus palabras de cariño
hayan podido influir de alguna forma en que hoy esté aquí. Gracias.
Cuando me llamó José
para decirme que me habían propuesto para ser la pregonera de la Romería en
honor a la Santísima Virgen de las Viñas, nuestra Madre y Patrona, he de
confesar que mi reacción fue de asombro, de asombro total. Me reí nerviosa y le
dije: Yo!, pero si yo soy normal. Me dijo pues eso, normal. No sé, me parecía
que eso de ser pregonero era algo que le pasa a quienes son reconocidos por su
trabajo o para aquellos que llevan el amor por Tomelloso y nuestra Virgen a
otras tierras. Hombre! Si se trata de amor y orgullo por Tomelloso, yo lo
tengo, porque el amor y el orgullo por lo propio, también se pueden sentir sin
moverte de aquí. He crecido viendo y reconociendo en la Virgen de Las Viñas a
la Madre de Dios, a nuestra Madre, a la que le pedimos que la cosecha de este
año sea mejor que la del anterior, a la que rogamos que llueva, pero en su
tiempo y con calma, a la que presentamos nuestras alegrías y también las más de
las veces nuestras penas para que interceda por nosotros ante su hijo. Sea como
fuere la propuesta estaba ahí, y como los nervios no me dejaban pensar, pedí no
sé si consejo o ánimo a los que más cerca tenía, que no eran otras que mi madre
y mis hermanas. Mi madre, la verdad, no me dijo nada, no sé si por no ponerme
más nerviosa todavía, pero mis hermanas me animaron a aceptar, así que dije que
sí. Por un lado estaba muy contenta, sentía orgullo, no sé si está bien decirlo,
pero es así. Considero que es un honor y un privilegio elogiar a la Virgen en
su fiesta, cuando todos peregrinamos para estar a su lado y traerla el domingo
por la tarde a Tomelloso, para seguir ensalzándola, aunque cada uno volvamos a
nuestras tareas, pero en la seguridad de que Ella vela por nosotros, y nos da
fuerza y nos une como pueblo, como hijos, como hermanos que es lo que
verdaderamente le importa a una Madre.
Pero a la vez,
sentía los nervios, “esos”, que traen la responsabilidad de hacer algo que
sirva, para como dice José, dar una pincelada, no sé si fina o gorda a nuestra
Romería.
En fin, el día lo
terminé sabiendo que iba a aceptar y que este año visitaría a la Virgen
ataviada con la blusa que todos los años decíamos mi hermana y yo que nos
íbamos a hacer, pero que nunca nos hacíamos.
Y ya antes de comenzar este pregón, quiero felicitar a Vicente López, por su nombramiento como Mayoral 2018. Nadie mejor que un agricultor, fiel a nuestra madre María de las Viñas y a nuestra romería para ostentar este título. ¡¡Felicidades!!
Hoy me pongo delante de ti, Santísima Virgen de
las Viñas, para devolverte con palabras toda la confianza de Madre que cada día
depositas en mí. Lo hago con cariño, y a la vez con miedo, pero creo que si no
lo tuviera no sería yo misma.
Es un buen momento para alabarte y darte gracias
por cuidarnos y poder estar otro año más junto a ti celebrando la Romería,
recordando a los que ya no están o aquellos que por enfermedad o lejanía no
pueden hacerlo este año, y en su corazón les gustaría.
Y gracias porque estando junto a ti, nos encontramos con quien es la Vida.
No recuerdo el
momento en que te conocí, o mejor dicho en que te reconocí; supongo que aunque
ya te rezara siendo muy pequeña, porque mi madre así me enseñó, sería en el
colegio cuando me di cuenta de que además de mi madre en la tierra también
tenía una madre en el cielo. Y así con oraciones y cantos las monjas y maestras
del colegio, me enseñaron a quererte como Madre, como la Madre de Dios, como la
que siempre ruega en favor nuestro, aunque a veces no seamos tan buenos hijos. Recuerdo
muchas veces las celebraciones en la capilla y en mayo llevarte ramos enormes
de celinda, que a veces, como niñas, competíamos a ver quién lo llevaba más
grande. Esta es una de las advocaciones de mi vida, de mi infancia, de mi
colegio. Mi resobrina Clara con tres años me decía, es la Virgen María, pero
nosotros la llamamos “Milagrosa”. Igualmente he crecido bajo el amparo de la
Virgen de la Asunción, ante la que me bautizaron, hice mi primera comunión y me
confirmé, y hoy sigue velando e intercediendo por mí, peregrinando conmigo
todos los días.
Pero este cariño, no
se agota ahí, y de mi infancia y de mi colegio y de mi vida, es también la
Virgen María de Las Viñas, porque es la madre de mi pueblo. A la que nos
acercábamos cada año al terminar el colegio para darle gracias, y pasar una
divertida tarde de celebración, merienda y juegos; a donde acudíamos en las
convivencias de las JMV, donde mi madre y mi tía nos llevaban los sábados por
la tarde cuando ya empezaba a hacer buen tiempo y sobre todo en abril, porque
en abril ya huele a romería. Es a la que cada San Marcos visitábamos, después
de quitarnos corriendo el uniforme y comer a prisa porque habíamos quedado a
las tres en la plaza. Como locas con nuestro hornazo de la Esperanza, saltando
por los montones, aunque ya nos hubieran advertido que por el otro lado. Bueno…
Es ante la que he visto casarse a gente que quiero, a la que recibimos en la
estación contentos una mañana de abril porque llevábamos sin verla mucho
tiempo, la que sale al encuentro de sus hijos por las calles de su pueblo para
celebrar que lleva setenta y cinco años queriéndonos. Es en definitiva en la
que volcamos nuestras ilusiones como pueblo. Es nuestra Madre y así se lo
hacemos saber. Uno de los momentos que más me gusta, es cada vez que entra en
esta Parroquia, ver cómo la gente aplaude y grita “vivas” con fervor y sonríe y
llora emocionada, pone en ella lo que tiene y eso se nota en las caras. A veces
pienso que le demostramos más amor que al mismo Señor, pero tan poco es tan
malo, si Dios la eligió y Cristo nos la dio como madre, por algo sería; como no
va a estar contento Jesús con tanto amor a su madre; si obedecemos a María, que
nos dice “haced lo que Él os diga”, entonces también obedecemos y queremos a
Dios.
Ahora estamos aquí y
reconocemos en María de las Viñas, a la joven nazarena predilecta de Dios, a la
joven que confiadamente dijo “Hágase tu voluntad”, a la que dio a luz a la
Vida, a Jesús, al mismo Dios. La que Dios nos entregó como Madre y para
cuidarnos un día vino y se quedó en Tomelloso. Por eso este domingo, con
nuestra mejor sonrisa, tenemos que ponernos en camino para ir a verla. Ella nos
saldrá al encuentro, como todas las madres deseosa de que sus hijos lleguen y
le cuenten como les ha ido en el camino, y la honraremos, y le daremos gracias
por todo lo que hace por nosotros.
Como todos los años,
cuando vaya a verla, recordaré en palabras de mi madre, a mi Lala, a mi abuela,
que perdiendo un marido y dos hijos, “¡que tristeza!”, no dejaba que la pena
ahogara las ilusiones de sus hijas cuando llegaba la romería, y mis tías hacían
carrozas con sus amigas, y a sus ojos eran las más hermosas romeras. Y a un
joven Pedro, guardia civil acompañando a la virgen hasta el pueblo; y las
galeras de mies que su tío sacaba cada romería y que ni la lluvia ni el viento
movía. Me acordaré de cuando iba con mis padres y mis hermanas y al llegar ya queríamos
ir a dar vueltas y a los puestos, y mi madre nos decía, nooo!, primero hay que
ver a la Virgen, y alargaba la estancia en la ermita para que ya no tuviéramos
ganas de puestos ni vueltas.
Y de las comidas con
mi familia en una casa que teníamos cerca de Pinilla. Me acuerdo que recorríamos
el camino hasta Pinilla cientos de veces. Cuando me subí por primera y última
vez en una carroza de verde. Aquello ni era carroza ni nada. Recuerdo que nos
daba un poco miedo, creo que más por nuestros padres que por otra cosa, aunque
la verdad es que tampoco nos daba mucha seguridad. Temblaba entera! Pero
dijimos, bueno si no nos va a ver nadie. Y vamos que nos vieron, a mitad de
camino se nos cayó en las cabezas, hubo hasta algún herido, y entrando por la
Avenida Virgen de las Viñas, madre mía!, ¡! mi madre¡! En fin fue la primera y la
última vez. Ahora ni se me ocurriría, pero claro 16 años no se tiene todos los
días.
En los años en que
estaba fuera estudiando, algunas veces no podía venir, y de forma egoísta
quería que pasara el día volando; no era más que la nostalgia de que sabes bien
lo que está ocurriendo y tú no puedes estar ahí. De un modo u otro estaba en mi
corazón, por eso creo que me acordaba tanto.
Ahora con el tiempo,
todo es distinto, yo diría que mucho más pausado. Me gusta acercarme el sábado y
sentarme en la ermita, y estar en silencio, observar a la gente que ríe o
llora, que le lleva a sus hijos o a sus nietos por primera vez, como otros han
hecho con nosotros. Recordar a mi tía Luisa, la primera vez que llevó a su
nieta a presentársela a la Virgen, ancha como ella sola, normal, le llevaba lo
mejor que tenía. Ahora las circunstancias de la vida le impiden estar aquí, y
yo sé que le hubiera gustado, pero segura estoy que la Virgen de las Viñas está
con ella celebrando la romería.
Entramos y salimos
de la ermita, saludamos a aquellos que cada año, una vez por romería, regresan
al amparo de su Madre para reencontrarse con familiares y amigos y para darle
gracias por todos los momentos buenos y malos vividos, porque también de lo
malo se aprende algo bueno.
Y la romería se hace
música con los coros y danzas, que ofrecen su amor a María, que baila con
ellos, como bailan los humildes de la tierra, dando gracias a Dios por las
maravillas que ha hecho en su favor.
Por la noche, es
bonito ver pinilla iluminado por las antorchas, y ver cómo la gente habla y
reza con su madre. El momento del Rosario tiene un sentido de verdadera unión
de hermanos que ponen en su rezo el amor que tienen por su madre, porque a Ella
le gusta que sus hijos lo recen, porque es la mejor forma en palabras de San
Ignacio de acercarse, conocer y amar más a su hijo amado Jesús.
Y el día toca a su
fin, seguramente, muchos velarán la noche, entre bailes, vino y charlas, que
también en la fiesta se puede encontrar a Dios. Otros volveremos a casa,
sabiendo que muy de mañana los cohetes nos señalarán que hay que ponerse en
pie, que la gente ya se prepara en la plaza para emprender el camino del día
grande.
Yo me pondré mi
blusa por primera vez, y esta vez no haré el camino con Carmen y David, aunque
también estarán ahí.
La romería ya está
en camino, romeros, carrozas engalanadas y carrozas de verde, todos dispuestos
a encontrarnos de nuevo con nuestra Madre que ansiosa nos aguarda, porque solo
una madre hace posible que sus hijos se reúnan alrededor de la mesa.
Y por fin hemos
llegado, y lo primero que hacemos es ir a darte los buenos días, a decirte
gracias porque puedo estar otro año más aquí. Y la miramos en silencio, y
contemplamos lo guapa que está, lo guapa que la han puesto Félix y las
camareras para nosotros, sus hijos, para que sintamos el orgullo de tener la
madre más guapa del mundo. Porque a cada hijo su madre siempre le parece la mejor.
Yo he de decir que ya la he visto antes de llegar a Pinilla, y eso se lo debo a
Paqui, que todos los años nos manda la foto después de vestirla para romería y
feria, y en sus palabras pone todo el amor y el orgullo que sienten por la
Virgen. Nosotras la admiramos, y le damos las gracias por compartir ese momento
y la verdad es que, es como si estuviésemos allí.
Vamos apurando los
pocos minutos que quedan entre abrazos y charlas y las campanas nos anuncian
que ha llegado el momento. María nos
coge de la mano y nos lleva a encornarnos en la mesa de la Eucaristía con Él,
con su hijo amado, con Jesús. Y miramos el cielo con la esperanza de que el
tiempo no sea duro y no se venga sobre nosotros una de esas lluvias romeras que
tanto gustan a últimos de abril. Y nos unimos todos en oración y volvemos a
mirar al cielo en silencio y pensamos como los discípulos, “que bien se está
aquí”! y damos gracias a Dios por la vida, por todo lo creado, por los dones recibidos, por hacerse uno de
nosotros y dar su vida en favor nuestro; y lo más importante por estar VIVO hoy
entre nosotros y hacernos mejores hombres y mujeres. Damos gracias que para eso
es tiempo de Pascua. Y mientras canta el coro, que alegría!, este año es el
coro de La Asunción, gente a la que quiero y con quienes comparto no sé si
todos los días, pero si muchos momentos de trabajo, a veces cansados en esta
Parroquia, pero siempre muy felices y muy buenos; mientras cantan,
contemplaremos la cara de la Virgen, de la Madre y nos sentiremos más unidos. Ella nos pedirá
que cerremos heridas, si es que hay alguna abierta, que seamos más hermanos;
que si tanto la queremos, eso se nos tiene que notar con el que tenemos al
lado. Que seamos comprensivos y solidarios, que cuando regresemos, hagamos lo
que nos ha encomendado. Me imagino que lo que quiere, es lo mismo que quiere mi
madre, que siempre dice: “a ver si no reñís”, “madre mía que carácter! “Si es
que alguien tiene que ceder”.
Dicen que al final
somos una proyección de nuestros mayores, y seguramente, es así. Así que
podríamos si quisiéramos ser la proyección de la Virgen, de nuestra Madre del
cielo que tras el anuncio del ángel, no se quedó quieta, aunque no entendiera
nada, y salió al encuentro y en la ayuda de Isabel y entonó un canto de
alabanza, proclamando la grandeza del Señor, feliz por las maravillas en su
favor.
Yo creo que eso, es
lo que nos pide la Virgen de las Viñas, cuando nos reúne en torno a ella, que
seamos capaces de reconocer y agradecer todo lo que Dios ha obrado en nosotros,
y que no nos lo podemos guardar, hay que sacarlo y ofrecerlo generosamente a
los demás. La romería es un buen momento para dar las gracias por los dones que
se nos han dado, para dar las gracias por estar siempre acompañados de una
madre buena y de un montón de hermanos.
Y la misa ha
terminado, y seguramente cada cual aproveche su tiempo a su manera. Unos
volverán a ver a la Virgen dentro de la ermita porque ya van de regreso y
quieren despedirse de ella; otros compartiendo unas cervezas con amigos, y
otros visitando a los que vinieron en carroza para ver si les invitan a un
vino; y siempre y como cada año, sin dejar de admirarnos con las reatas, tan
únicas y tan nuestras, que ojalá! se puedan conservar por muchos años.
Comeremos y este
año, compartiré seguramente una comida especial, con personas a las siempre
estaré agradecida por estos días, con personas acogedoras, que siempre dan lo
mejor que tienen; he de decir que a algunos poco los conozco, es verdad, pero
seguro que los conoceré bien estos días, pero hay otras personas por las que
tengo un cariño de esos especiales, de esos que con la mirada y la sonrisa, sobran
las palabras. Y les daré las gracias también por hacer posible y grande la
romería, porque gracias a su trabajo, aunque a veces no lo queramos reconocer
es posible, que el domingo todo vaya bien. Y eso son horas de trabajo
desinteresado, de horas de su vida, es algo que sale del corazón, del amor a
nuestro pueblo, a nuestra fiesta y a nuestra Madre, la Santísima Virgen de las
Viñas. Gracias!!
Y ya llega la hora
de volver, y no lo hacemos solos, nunca lo hacemos solos, pero esta vez al
llevarla con nosotros, parece aún más presente. Ya estamos listos para la
vuelta y veo a todos los que quiero y comparten la vida conmigo también ahí.
También mi padre desde el cielo y todos los que se fueron. Mi madre, cerca,
contenta, aunque este año no lo lleva muy bien, pero agradecida a la Virgen por
estar, que es lo importante; mis hermanas, David, mis primas que son como mis
hermanas, Antonio y Alberto con sus blusas, menudos romeros!!, amigos de
siempre, amigos que ahora ocupan mi corazón y mi día a día, en fin, a todos los
que quiero y me hacen mejor.
Y vendremos
renovados de ilusiones y cargados de esperanza. Con la alegría y la felicidad
de que todo ha ido muy bien; que de la mano de María, como los discípulos
“hemos visto al Señor”. Y esa alegría que traeremos por el camino, la
llevaremos a nuestra casa y a nuestra vida, para que la romería, no termine al
llegar a la plaza.
Cuando entremos en
Tomelloso, cada uno recibirá y le entregará a su Madre lo que guarda en el
corazón: vivas, risas, lágrimas, bailes y flores, serán la mejor ofrenda de
amor.
Al finalizar la
dejaremos descansar de estos días tan ajetreados aquí en la Parroquia y nos
acompañará en su mes más querido, aguardando que tengamos un rato para venir a
verla y decirle lo que la queremos. Yo lo haré muchas veces y ojalá nunca esté
sola y que todos después de este día, acogiendo el Amor de Dios y dándole
gracias, podamos como María decir: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se
alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”
¡Feliz Romería a
todos!
¡Viva Tomelloso!
¡Viva la Santísima
Virgen de las Viñas!
¡Viva la Madre de
Dios!
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Sábado, 21 de Diciembre del 2024
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