Las afirmaciones
universales casi nunca son ciertas, la mayor
parte de las veces nos abocan a errores de apreciación o de afirmación, y en no
pocas ocasiones nos hacen caer en falacias.
Si yo digo que el sol es bueno para todas las personas; la afirmación es
cierta. Sin embargo tendré que delimitar esta aserción. El sol no siempre y a
todas horas es bueno, hay momentos en los que me puede quemar. Existen personas
que por la sensibilidad de su piel, en vez de beneficios les puede traer perjuicios.
Por lo tanto, en esta afirmación que pongo como ejemplo, habrás de convenir que
sería cierta, si hacemos acotaciones o por el contrario rectificamos
la afirmación y decimos: El sol en muchas ocasiones y para muchas
personas es beneficioso y en ciertos casos es pernicioso.
Esto que digo es una tautología
para gran parte de los que lean este
artículo. Es algo tan evidente con lo que convivimos diariamente que forma
parte ya de nuestro modo de pensar.
Si este problema de
dicción lo pasamos al comportamiento social tenemos resultados muy parecidos;
por lo tanto, erróneos cuando menos y en numerosas ocasiones, falsos.
Con esto dicho paso a
observar el movimiento casi mundial
(todavía faltan muchas naciones a las que no ha llegado) en favor de la mujer,
de sus derechos, de la igualdad con el hombre. Yo añado la necesidad de hacer
justicia certera -y universalizo- con todas las personas, sean del sexo, raza,
religión, ideología, o diferencia que fuera posible aludir.
Evidente que no sólo la
muerte y la violencia física o psicológica son condenables. Es condenable desde
el origen el no respetar los derechos de cualquiera. No sólo hay que
respetarlos, también practicarlos y facilitarlos a quienes no supieran de
ellos. Es en resumen y con palabras muy manidas la lucha por la justicia (no legalidad) social.
Creo que a estas alturas
pocas personas confunden justicia con legalidad. Las leyes son los instrumentos que utilizan
los jueces en sus tribunales, mientras
que la justicia comprendería los principios morales que nos inclinan a obrar y juzgar respetando
la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde (afirma el diccionario).
Una definición demasiado
escueta (muchos pensadores y filósofos a lo largo de la historia de la
humanidad la han estudiado en sus teorías) pero que nos puede valer en nuestra
reflexión. La conclusión inmediata es que la justicia no es solo cualidad
exigible a los jueces, es una máxima en el comportamiento de cada persona.
Todos deberíamos utilizarla siempre y en
todas nuestras relaciones sociales.
Esta reflexión viene,
porque pienso que se está creando en la
sociedad una sensación (no sé si
aparente o real) de culpabilidad entre los hombres, de una percepción o sensación
de acusación de machismo y violencia.
Muy discutible y de la que es imprescindible dialogar. No todos los
hombres son culpables de asesinatos, violaciones y maltrato hacia las mujeres.
Tengo constancia del amor
y la delicadeza con sus parejas, del comportamiento y de la lucha de infinidad
de ellos por la igualad, el respeto, los derechos de la mujer. De sus
preocupaciones porque el infierno que sufren algunas se solucione cuanto antes.
Esta afirmación, que está en la mente de muchas personas, me parece
una evidencia.
Quiero pensar con la vista
puesta en lontananza. Reiterando de
nuevo la imperiosa necesidad de
erradicar cualquier clase de violencia de la sociedad. Sabiendo que en esta
intención vivimos la mayoría de la numerosísima buena gente de nuestro mundo: ¿A quién interesa que para solucionar este
sangriento problema nos dividamos con acusaciones y eslóganes defensores y
acusadores?
¿No habrá algún movimiento
social, político, religioso, afín a alguna
ideología que le interese dar la sensación de una guerra entre sexos en vez de
una lucha por el entendimiento y la justicia?
Es evidente que existen
personas y grupos que de modo subrepticio utilizan los conflictos entre
naciones, culturas y grupos sociales para su beneficio diabólico.
Mi conclusión, aunque
parezca utópica, es: ¿Será posible que nos unamos las personas con fuerzas, inteligencias,
culturas, ilusiones y esfuerzos para vivir más felices en una sociedad de
respeto y cariño para todos?
¿Cuándo nos daremos cuenta
de que es más fácil dar un beso que un puñetazo?
¿Cuándo sentiremos que es
más fuerte una caricia que una bofetada?
¿Cuándo veremos a los
demás “tús” como otro “yo”, merecedores,
necesitados y deseosos de felicidad y de
cariño?
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