A principio del siglo XX (en concreto en agosto de
1904), en la prestigiosa revista madrileña “La Ilustración Española y
Americana” que se editó entre 1869 y 1921 coinciden una serie de
artículos periodísticos; temas diversos para satisfacer los gustos de los
lectores: “el ferrocarril subterráneo de Nueva York, la guerra
ruso-japonesa, los progresos de El Tomelloso, las reliquias de San José de
Calasanz, las artes decorativas, el banquete de alcaldes en Barcelona y los
sepulcros de la reina Victoria y del rey Alberto de Inglaterra” constituían
un completísimo y variado sumario[1].
En la selección de temas vemos el titulado “Los
progresos de El Tomelloso” que lleva la firma del madrileño periodística
Enrique Serrano Fatigati. Fue éste un afamado personaje de la época que además
de escribir artículos en diferentes medios compartía actividad como catedrático
de física y química, ingeniero y naturalista; siendo además el fundador y
presidente de la denominada Sociedad Española de Excursiones con carácter
científico[2].
En el documento se traza una línea interesantísima
sobre el desarrollo de la población tomellosera y de su riqueza, convirtiéndose
en un informe magnífico para conocer la idiosincrasia del lugar a comienzos del
siglo XX. El autor empieza definiendo la localidad como uno de los “focos
de civilización castellana que pudiera servir de espejo a la región” y
sigue con una profusión de datos sugestivos sobre la localidad y como se estaba
convirtiendo en un referente económico:
“…Habitantes, productos y organización del trabajo,
relaciones económicas y sociales. progreso positivo y transformación gradual de
sus industrias; todos y cada uno de los elementos de vida llevan impresos en el
activo y simpático pueblo un sello propio, debido, quizás, en parte, al
aislamiento en que durante largos años ha vivido, y en parte, también, á
cualidades personalísimas de sus moradores. Estas virtudes, antes ocultas, han
germinado con rapidez inusitada en los últimos tiempos, dándoles energía,
excepcional importancia y gran riqueza.
Por los años de 1886 al 87 contaba El Tomelloso con
once mil habitantes: desde 1902 ha podido figurar ya en las estadísticas con la
cifra de diez y ocho mil; y basta ejecutar los cálcalos aritméticos más
elementales, para ver que, progresando de este modo, llegará á duplicarse su
vecindario en veinticinco años… Los que hace ya bastantes años se preocupaban
de las relaciones entre el incremento del número de individuos humanos en cada
comarca, y el aumento paralelo o no de las subsistencias, hubieran
hallado una influencia consoladora en los datos referentes a El Tomelloso,
donde la riqueza crece más deprisa que la población. En el período susodicho
pasó desde la posesión de once millones de cepas, a la de veinticinco millones,
y proporcionalmente se desplegaron también en los mismos años otros ramos de
producción, cubriendo aquéllas de verdes hojas superficies antes terrosas, y
transformando éstos en fabricas y almacenes muchas de las viviendas antiguas de
pacíficos gañanes. De la sencillez de la vida agrícola primitiva en campos de
pan llevar, muy plácida en la apariencia y muy miserable en el fondo, se ha
pasado allí rápidamente, por la iniciativa fecunda de determinados individuos,
a la agitación nerviosa de la industria, terror del degenerado o del dormido,
ambiente en que respira a plenos pulmones el que conserva intactas sus
facultades de cuerpo y alma”.
Y pese al reconocimiento al progreso desarrollado por
el pueblo, no falta esa vista atrás para ver que no hay avance sin trompicones
ni crecimiento sin amenazas:
“Debe sospecharse que la victoria no se habrá obtenido
sin bajas de los que calcularon mal sus negocios y dolor de los que perdieron
en la contienda, primero su capital, y luego, en el silencio, su vida; y esta
ruina de los unos acredita el valor de los afortunados que resultaron
vencedores, exponiendo también su capital en aventuras de cuyos peligros no se
dan cuenta las gentes distraídas. En la industria y en la guerra se fortalece y
mejora la comunidad humana, nutriéndose los triunfos generales con el darlo y
el luto de algunos individuos; y el día en que el perfeccionamiento moral y
físico sea el único fin perseguido por los pueblos, habrá justas loas para los
que crean en ellos nuevos órdenes de trabajo y les dan en la alta esfera de la
investigación científica, en el amplio campo de la producción y del comercio,
enorme incremento do bienestar y atenuación positiva de la fatiga personal del
obrero”.
Y tras citar a algunos de los grandes propietarios de
Tomelloso, se cierra el artículo con un elogio sumamente poético a la
transformación económica de la localidad:
“El polvo que envuelve las eras de las aldeas
consagradas por completo al cultivo de las avenas, cebadas y trigos, se ha
convertido ya en el Tomelloso en humo desprendido de las altas chimeneas. Aquél
ciega e impide ver claro lo que se arrastra al nivel del suelo. Éste sube, se
difunde en la atmósfera, acusa desde lejos la actividad de los hombres
enérgicos y los hechos de los creadores de la fuerza nacional, y, arrastrado
por el viento en espirales, vellones ó caprichosas formas, despierta á
distancia, en la fantasía de los individuos mejor predispuestos, ensueños de
noble ambición, poniendo en su pensamiento el ideal de nuevas producciones que
ha de realizarse pronto tarde en los demás pueblos”.
Pero al hecho de tener un referente periodístico de
las transformaciones económicas que se producían en Tomelloso el artículo es un
fascinante recorrido gráfico de algunos lugares de la localidad a comienzos del
siglo XX.
Estas imágenes y descripciones nos muestran, hace casi 120 años, a un Tomelloso esperanzado. En los tiempos que corren donde, por desgracia, la desazón e inquietud se apoderan en ocasiones de nuestro presente qué mejor que echar la vista atrás para conocer episodios de una historia que debe de insuflarnos la energía necesaria para mirar al futuro sin miedo y manteniendo las expectativas de que una sociedad mejor es posible. Grupo de obreros:
Una calle de la localidad:
El Hospital-Asilo:
Jardín y destilería de Espinosa Serrano:
Que el espíritu de esas “gentes de
Tomelloso” reflejado hace exactamente un siglo no se pierda en el
fragor de luchas intestinas, y que el esfuerzo de todos siga haciendo que este
lugar sea reflejo patente de una idiosincrasia tan propia que durante
generaciones lo ha convertido en una localidad tan interesante y única.
[1] LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA,
30/08/194, nº XXII, p. 123.
[2] REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, Biografías.
[Recurso en línea
http://dbe.rah.es/biografias/8163/enrique-serrano-fatigati]
[3] ANTEQUERA AZPIRI, Pedro. “Tipos de la
Mancha”. El Pueblo Manchego, Diario de Información. Ciudad Real;
15 agosto 1920; número extraordinario, p. 36.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Domingo, 11 de Mayo del 2025
Domingo, 11 de Mayo del 2025