Cuevas

En la maravillosa cueva de Juana Jiménez

De la mano de José María Díaz, La Voz de Tomelloso, sigue visitando las cuevas de la ciudad

Carlos Moreno | Miércoles, 28 de Febrero del 2018
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Las famosas tinajas de barro que había en las cuevas de Tomelloso, a veces, reventaban. El problema no era pequeño para el  vinatero que estaba obligado a adquirir otra y meterla de nuevo por el hueco de la lumbrera, un trabajo costoso y de muchas penalidades. Así, el emprendedor espíritu tomellosero empezó a pensar en el modo de solucionar el inconveniente. Alguien se puso en contacto con los constructores  y hermanos Vicente y Elías Ferrer  y les propuso si no había forma de construir los depósitos de cemento. Los valencianos, así eran conocidos en Tomelloso,  aseguraron que no era problema, si bien los primeros que hicieron tenían forma cuadrada. Como los agricultores los preferían redondos, los constructores hicieron prueba tras prueba hasta dar con el molde que les sirvió de base para hacer los depósitos de cemento con forma redondeada. Empezaba la época de las tinajas de cemento que se empezaron a imponer a partir del año 2010. ob.imagen.Descripcion

Vicente siguió construyendo tinajas de cemento y con él empezó a trabajar José María Díaz Benito,  que aprendió rápido el oficio y pronto se quedó de encargado. Pero además, como los hermanos Ferrer tenían un almacén, al cabo de un tiempo él se quedó con el negocio, y por tanto, con el molde y los clientes. 

José María Díaz Benito era el padre de José María Díaz, el hombre que recorre las cuevas de la ciudad para ver su estado de conservación y características, y sobre todo, para que se pueda dejar un legado  de esta genial arquitectura a las generaciones venideras. Él aprendió el oficio de tinajero  al cobijo de los sabios consejos de su padre.

Con él hemos visitado una maravillosa cueva  de Juana Jiménez Sobrino, en la calle Garcilaso. Una cueva en forma de ele, grande, que presenta un magnífico estado de conservación. Las tinajas son de cemento y observamos el resto de elementos de la cueva; el balaustre, los pocillos, el empotre, la  escalera, las lumbreras. Ha pasado el tiempo, pero todavía aparecen algunos de los artilugios que los vinateros usaban en su quehacer como un ventilador que se utilizaba para la aireación de la cueva ante el peligro de formación de CO2, el llamado tufo; además de mangueras, cubas, bombonas,  las tapas de esparto de las tinajas….Cuando llegamos al final del pasillo y torcemos a la derecha nos encontramos con una tinaja más pequeña, la llamada tinaja del gasto, que era para consumo de familia. La luz que entra por las lumbreras contribuye a crear un ambiente mágico, un maravilloso efecto de claroscuro que nos  sumerge en este mundo subterráneo al que tanto debe Tomelloso.

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José María sigue recorriendo la cueva y descubriendo detalles que para él no pasan desapercibidos. Observa como  en una de las tinajas, el cemento cascarillado con el paso del tiempo deja descubrir  el armazón de rejillas que tenían las tinajas. “Se ponía pleita arriba y debajo de la tinaja, y en la parte recta central unas tablas”, -nos cuenta- mientras pasa la mano por la panza de una de las tinajas. 

José María recuerda con emoción los moldes y elementos decorativos con que su padre dotaba a las tinajas. La temperatura es muy agradable, normal que aquellos agricultores tan sabios decidieran conservar el vino en las cuevas. José María explica otro curioso detalle. “En las primeras cuevas el hueco de la lumbrera tenía siempre la misma medida, pero luego las fueron ensanchando porque ya no había miedo a que se produjeran hundimientos. Ninguna de las más de dos mil cuevas que se construyeron la ciudad se ha hundido. Muchas de ellas alcanzan buena parte de la calle por donde pasan los vehículos de gran peso, pero ninguna se ha hundido”.

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Durante la entrevista y, mientras mi compañero realiza el reportaje fotográfico, vuelven a  aflorar los picadores y terreras que con tanto esfuerzo hicieron las cuevas. Al final, José María lamenta el gran patrimonio que se ha perdido, insiste en la necesidad de preservar este gran legado arquitectónico y nos cuenta las gestiones y movimientos que ha realizado en este sentido. “La gente que tiene cuevas no tiene problemas en enseñarlas. A veces se ha planteado la opción de constituir una asociación, pero esta vía no convence a los propietarios. Quizá la mejor solución que el Ayuntamiento sufragase un seguro colectivo a los quince, veinte o treinta propietarios de cuevas que estuviesen dispuestos a enseñarlas”.  

La entrevista ha terminado y vamos subiendo los peldaños de la cueva que nos conducirá al patio de una bella casa que da para otro reportaje. Estamos rodeado de buena arquitectura manchega por todos lados y también de buena gente. Nos despedimos y Ángel Benito le pide a Francisco que le pase las fotos de la cueva. Son las mismas que  verán ustedes en este reportaje, que no será el último, sobre esos tesoros arquitectónicos que son las cuevas de Tomelloso.

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